sábado, 24 de julio de 2010

LA NOVELA DE MACRI ENFRUTILLADA POR LA NAZION

En la nota “Comida light, silencios y señales de preocupación” (reportaje a Mauricio Macri), Jaime Rosemberg y Martín Rodríguez Yebra señalan:

“La cita fue en el Museo Sívori, un centro de exposiciones del gobierno porteño en los bosques de Palermo. Había una sala reservada, pero él prefirió que el diálogo fuera en el bar, mientras almorzaba un menú light. Saludó a los empleados, que lo recibieron con afecto, y un puñado de clientes. ‘Ven. Esto me pasa en todos lados. Nadie se cree la novela que inventó Kirchner’, dijo al sentarse. Una confianza que a simple vista no se condice con la magnitud de la extrema decisión tomada el día anterior.”

No es así. Había dos culatas en la entrada y otros dos en el hall del museo. Macri no vio a ningún trabajador municipal, salvo a los controles de entrada y a un par que estaban circunstancialmente tomando algo en la confitería. Saludó, “pour la galerie”, y el saludo le fue correspondido por las chicas de la tienda, que no son empleadas del museo sino de la Asociación de Amigos, varias de cuyas integrantes –que por supuesto no cobran un sueldo municipal–, son amigas de Macri, y fue también atendido, como cualquier cliente, por las señoras concesionarias de la confitería (también administrada por la Asociación de Amigos), ninguna de las cuales es trabajadora municipal. Al retirarse dijo “hasta lueeeego” y nadie le tiró ninguna bombacha.

¿Dónde está el afecto que pregona Macri? Pregúntenle a cualquier municipal cómo suele ningunear a los trabajadores. Ni hablar de los museos porteños: el proyecto consiste en la degradación, el vaciamiento y una lenta pero segura agonía de estas instituciones, que como servicio público, de investigación, difusión y puesta en valor de nuestros bienes culturales no representan ningún tipo de negocio para la gestión PRO.

No mienta Niño Mauricio, que le van a crecer las hemorroides pa' dentro.

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