Johan Cruyff, jugador emblemático de aquel equipo holandés bautizado “La Naranja Mecánica”, el del “fútbol total”, saboreó la primera final perdida, en 1974, ante Alemania. Paradójicamente, Cruyff fue el inspirador del fútbol que despliega hoy el Barcelona, equipo que abasteció de 9 jugadores a esta selección española campeona que practica el fulbito aséptico del Barça, una suerte de fútbol total remixado donde nadie (salvo Messi, claro) tira una gambeta ni bajo amenaza de bala. Es toque y toque hasta que se abre el agujero, con paciencia tibetana, bien lejos de cualquier emoción o garra sudaca.
En el ‘78, Holanda y Cruyff volvieron a regresar a Amsterdam con las rodillas peladas tras perder la copa con Argentina. Hace 32 años fue el tiro de Resembrick en el palo, ayer los dos mano a mano que se comió Robbe. Pese a haber planteado bien el partido: palo y palo. Holanda salió a repartir murras desde el primer minuto para imponer presencia y sabiendo que jugarle de igual a igual o regalarle espacios a esa España era poco menos que un suicidio. Para destacar: la patada voladora al esternón de De Jong a Xabi Alonso y los múltiples guadañazos de van Bommel a Iniesta.
“Acabamos de perder el Mundial, pero somos segundos y podemos estar contentos de ello. Tiene mérito que seamos segundos”, dijo el goleador Wesley Sneijder. No te la cree ni tu vieja. La pregunta es: ¿son las gallinas de la FIFA?
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