La Presidenta agradeció “al pueblo mexicano” por el “asilo amplio que dieron a miles y miles de argentinos durante la última dictadura”, por lo que dijo que lo que estaba haciendo era “un homenaje al México de la cultura y al de la democracia y la libertad”.
Recordó que los artistas Victoria Ocampo y Oliverio Girondo “fueron los que lo trajeron al país y los que lo impulsaban en las conferencias” y mencionó un episodio durante una conferencia en el que “gente de derecha apareció para insultar” al pintor.
“Es parte de la historia de los argentinos que se hace en una etapa histórica como fue la década infame”. Destacó la “recuperación del patrimonio latinoamericano, no ya mexicano ni argentino” y consideró que el mural “es la síntesis de un hombre que sale de su patria exiliado, y viene a la Argentina en un momento muy especial porque luego es deportado”.
Dijo que los muros del museo de la Aduana “son la historia viva de la Argentina” y reveló que el mural del artista mexicano “sufrió un derrotero muy grande” ya que “estuvo casi 18 años encerrado en containers” y “en un momento casi se lo llevan del país”.
Un poco de historia
Siqueiros llega a Buenos Aires en el año 1933, ciudad que se deslizaba vertiginosamente hacia la modernidad, fenómeno que provocó el frenesí de unos y la inquietud de otros. Siqueiros actuó como elemento desestabilizador; trajo consigo todos los atractivos que lo hacían irresistible: era un prestigioso artista cuyo talento ya no se discutía y a los éxitos artísticos se sumaba su romántica fama de joven revolucionario. Su actividad política le deparó una vida turbulenta de exilio en exilio y de cárcel en cárcel, escribió la crítica de arte Ana Martínez Quijano.
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El artista pretendía “sacar la obra de arte de las sacristías aristocráticas en donde se pudre hace más de cuatro siglos”, para llevarla a la calle, “a aquellos lugares donde el tráfico del pueblo sea más intenso y a los lugares donde concurran mayores núcleos de personas”.
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Finalmente, Siqueiros aceptó pintar un mural en Buenos Aires. La propuesta la hizo Natalio Botana, dueño de Crítica, Pero se podría pensar que Botana no quiso involucrarse en la guerra desatada por Siqueiros entre los sectores reaccionarios y los de izquierda, o acaso fuera el extravagante capricho de un magnate todopoderoso.
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Ejercitando la creatividad, Siqueiros creó un orden diferente en el sótano, alterando y modificando la topografía del terreno. Imaginó transparentes los muros, provocando por medio de un truco visual el efecto de una caja de vidrio sumergida en el agua. El espectador queda atrapado en una burbuja, el paisaje y los personajes que lo habitan ocupan entonces un espacio exterior e infinito.
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Desdeña el trabajo individual y convoca a los artistas argentinos Berni, Castagnino, Spilimbergo y el uruguayo Lázaro para realizar un auténtico trabajo colectivo. Esta experiencia es el origen del movimiento muralista argentino y son estos artistas los que pintan los murales de las Galerías Pacífico, en pleno centro de Buenos Aires.
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