Por Federico Sironi
Recuerdo que después de haber organizado a un grupo de tenderos cuyas tiendas podían darle de comer a unas 500 personas, quedé en la absoluta pobreza. Uno de esos tenderos me vio una vez caminando con un perro callejero y me dijo: ni el perro te da bola. Bueno, cuando los tenderos tienen lo que quieren, solo piensan en sus bolsillos. Mis bolsillos siempre estuvieron rotos. Veo ahora un fervor militante kirchnerista inusitado, que a la vez genera odios inusitados, pues la sociedad está dividida, independientemente de que la oposición sea calamitosa.
Nuestra Constitución Nacional dice, y no muchos lo saben, que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. Vivimos en una democracia presidencialista, republicana y representativa, cuyo diseño fue copiado de los pensadores que construyeron la constitución de los EEUU. Bien, más allá de ello, es de alguna manera interesante aceptar este fervor voluntarista y militante. Pero detrás de ese fervor siempre aparece un viejo tendero de la política que quiere organizar su quiosco, con el objetivo de ganar el famoso billete, la moneda, que le permita vivir mejor, mejorar su calidad de vida. En una sociedad donde todo está puesto en valor, se valora al que tiene el billete en el bolsillo, por lo que el tendero de la política siempre acumulará. Hará reuniones insustanciales, para hablar del sexo de los ángeles, mientras la realidad pasa por otros lados. Se promocionará a sí mismo, y finalmente venderá su quiosco al mejor postor.
Cuando camino de noche por las calles de Buenos Aires, veo chicos desnutridos, adolescentes fumando paco o mixtos, homeless durmiendo al sereno o alimentándose de la basura, cartoneros que esperan el furgón de un tren que nunca llegará; miseria, pobreza que, si bien tiene un arrastre estructural que viene de los 90, continúa. Por otro lado, hay gente a la que le va bien, que llena los bares y los restaurantes y consume todo tipo de productos. ¿Pero qué pasará con los excluidos? Los tenderos siguen en reuniones democráticas, casi sociales, mientras ven si pueden mojar algo, aunque sea –como se dice– "un mastiquín". Están dispuestos a dar la vida... por un contrato.
Hace poco hablaba con una monja que estaba comprando libros para un comedor que ella organiza y le cité una frase de Maquiavelo: "Solo aquellos que hicieron la guerra pueden querer la paz". Y ella me contestó: "Solo habrá paz cuando haya justicia". Ese día de justicia casi bíblico que tantos militantes buscaron hasta entregando sus vidas, indudablemente no llegó. ¿Llegará alguna vez? En ese teatro de representaciones vanas que es la política profesional en la Argentina, cada uno lleva una máscara veneciana. ¿Es necesario fundar una nueva ética? Creo que no, porque la política y la ética no se llevan bien, son mundos equidistantes y tangenciales.
Por eso les propongo a los nuevos militantes del llamado proyecto K, que construyan algo por sí mismos, que busquen nuevas formas de organización, que vivan la realidad cotidiana de los muertos sociales que deambulan como espectros, pues de ese sector saldrá una nueva violencia, que ya existe y tanto asusta, que implica un momento de la resiliencia, una reacción casi física, natural. En una sociedad donde se respeta solo al que tiene dinero, el que no lo tiene impone respeto por la violencia. Dicen que los guachines están descontrolados, que no tienen códigos, y en parte es verdad, pues tienen unos códigos tribales de múltiples traiciones que se unifican en una droga que está provocando un genocidio, para un sector social que sobra, sobra, nadie lo quiere, ni siquiera ver.
Claro, siempre los tenderos van a decir que estas palabras son desafortunadas, mientras se regocijan en una militancia propia de una Recoleta de segunda selección. Todos saben de todo, pueden hablar de todo, y hablan y discuten. Allá en las calles bajas la realidad es otra. Y les digo la verdad, a mí me duele esa realidad, mucho, porque pienso en esos chicos como si fueran mis hijos, y están destruidos, y sufren un extraño calvario, como si vivieran en la Edad Media y padecieran la peste.
Creo que el valor de Néstor Kirchner fue abrir el camino de la militancia a un sector juvenil que puede tal vez pensar las cosas de otra manera... Sin embargo, un muchacho muy caro a mis sentimientos me recuerda a menudo: vos siempre me dijiste que no muera peleando contra los bárbaros, y vos siempre morís peleando contra los bárbaros. Lo que ese muchacho no entiende es que los verdaderos bárbaros son los que desconociendo las realidades salvajes que ellos mismos crean con un diseño económico, aplican la barbarie que conlleva la supuesta civilización sobre la marginalidad fragmentada que ya no tiene retorno. Bueno, eso es lo que dicen. La pobreza en sí nunca pudo constituirse en un sujeto político, pero si todavía hay un nosotros, un nosotros posible, verificable en alguna práctica política, debería dar cuenta de estas nuevas situaciones, contemplarlas desde una práctica efectiva, operativa, real. En cuanto a los tenderos, son seres despreciables, y en algún momento, como todos, cuando se enfrenten con la muerte, su última imagen será tan definitiva que los condenará para siempre. Como dicen, a cada chancho le llega su San Martín.
2 comentarios:
este comentario me viene al pelo,porque ultimamente me estoy cansando de leer del fervor militante y de escucharlo repicar como campanitas y me hace sentir en falta. Pero estoy cerca de la peste,huelo su pus y no pontifico ni a favor ni en contra de ella, sino que curo alguna herida (cuando el herido me deja escuchar) y por quien te dice mi militancia pasa por ahi, aunque ya no quiera ir a las reuniones de los tenderos.Y la verdad nadie me invita tampoco.
quiero decir,te entiendo. Estamos algo cansados y no es momento. Tendriamos que agitar banderitas, pero no queremos ser comparsa.
me encanto esta frace "Todos saben de todo, pueden hablar de todo, y hablan y discuten." y efectivamente es así los demagogos estan a la hora del día pero la militancia no se agota por que quienes dirigen y han dirigido este proyecto nacional y popular, primero con actos y luego con los discursos en coheredncia con los echos. Hoy se inaugura y luego se habla eso es política de la buena, es política social. Regocijarnos... es lógico, antes del 2003 nos revolcabamos en nuestra miseria, hoy hay un camino que hay que profundizar pero hay un camino.
Un abrazo.
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