miércoles, 10 de agosto de 2011

CARTA ABIERTA AL ARGENTINO MEDIO


A PROPOSITO DEL LAS CRITICAS A UN JUEZ

Señor, permítame presentarme. Tengo un nombre y una identidad. De alguna manera traté de defenderla, como muchos trabajadores, profesionales, estudiantes, comerciantes, homeless, marginados y hasta empresarios, que también pueden tenerla. Me presento ante Ud., porque seguramente como soy un escritor y hago cosas totalmente inútiles, lo que se diga de mí poco puede importar. Ayer un hombre de la calle me dijo: toda mi vida trabajé, crié cinco hijos e hice las cosas bien, y nadie sabe eso. Ese hombre también tenía una identidad, aunque ni siquiera me dijo cómo se llamaba y me preguntó si yo era conocido, y me dijo que tenía la misma voz que el gordo Lanata, a lo que le contesté que todavía no tenía apnea de sueño y que no había sabido mentir tanto como él y que la gente me creyera. Usted señor es el argentino medio, el que tiene sentido común. A Ud. quiso hablarle Enrique Santos Discépolo, ese filósofo argentino. Ud. señor es un inmoral, porque solo conoce la moral que le conviene, ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. A Ud. le gusta putear a los políticos pero se pone nervioso si tiene que ir a votar dos veces en quince días, le molesta hacer colas; comprendo, está cansado, trabajar cansa, la vida cansa. Pero le digo una cosa, aunque sé que Ud. no existe, estoy muy cansado de Ud., porque es una suerte de apelación de las estadísticas digitadas, dirigidas, por las que en esta sociedad es correcto actuar. Le aclaro que los romanos, que tenían una sociedad esclavista, consideraban al Derecho una invención tan importante como la rueda en el progreso de la humanidad. La verdad, Señor, yo no sé si existe ese progreso. Pero le recuerdo que Ud. vive dentro de un conglomerado de normas que no conoce y el derecho se presume conocido. Digamos, voy a recordarle una norma constitucional liberal que es el principio de clausura y la digo a mi manera: las acciones privadas de los hombres que no comprometan el orden y la moral pública están solo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados; nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado de hacer lo que ella no prohíbe. Un eximio penalista del que no comparto sus teorías abjuró de su finalismo para encontrar un retruécano en la jurisprudencia anglosajona: to be let me alone. Lo digo así, y si no sabe inglés me importa un carajo, porque a Ud. le importa un carajo todo lo que exceda cuidar su culo. Señor, entienda, sé que Ud. no existe, y no vale la pena insultarlo, porque el que insulta se insulta, insulta su reflejo en el otro. Pensaba, en mis devaneos teóricos y eruditos, que esa jurisprudencia no servía para nada, pero ha servido. Me dicen que Ud. cree que uno de los más grandes intelectuales argentinos, Eugenio Zaffaroni, Juez de la Corte Suprema de Justicia, era un rufián. Le digo, amigo, como todo escritor tengo amigas prostitutas que me cuentan historias desopilantes, o las tuve, y me han hablado mucho del argentino medio en la cama. El argentino medio, ese fantasma. Le digo, porque comparto con Ud. una suerte de mundo fantasmático que Ud. puede creer cualquier cosa, es un imbécil, palabra que viene de in baculum, ciego sin bastón. Y Ud. cree cosas sobre un Señor –porque doctores hay muchos pero señores hay pocos– que hizo muchas cosas por Ud., aunque lamentablemente no las comprenda. Ese señor se llama Eugenio Zaffaroni, y aunque él tiene un cartel en su biblioteca que prohíbe robar libros y yo creo, como Héctor P. Agosti, que el ladrón de libros es un difusor de cultura, lo admiro. Ud. Señor solo sabe descalificar, pero después, como siempre, le entran todas las balas porque está acostumbrado a vitorear a sus propios verdugos. Sin más, lo saludo muy atentamente.

Arnaldo Ferré

PD: le recuerdo al argentino medio porteño que, ya que votó a Macri, se prepare ahora para putear por un seguro aumento de impuestos.

2 comentarios:

David Grasún dijo...

A Zaffaroni lo banco contra viento y marea. El sábado escribí sobre lo que él significa con el agregado de una anécdota personal que lo pinta de cuerpo entero.
http://tcontrat.blogspot.com/2011/08/eugenio-raul-zaffaroni-personas.html
Saludos.

profquesada dijo...

Muy bueno, Pibe, Muy Claro.
Un abrazo