lunes, 7 de noviembre de 2011

NUESTROS PUTOS, FLOR DE ORGA


Sorprende la interpretación que alguna gente hace de los Putos Peronistas como una “bandita de putos simpáticos” que andan diciendo “los putos son peronistas y los gays son gorilas”. Digo, unos “putos divertidos” dentro del putimundo, que tocan el bombo y cantan la marcha, que se engancharon por la ley de matrimonio igualitario, la identidad de género, en fin, cosas de putos…

Nada más alejado de la realidad. La Agrupación Nacional Putos Peronistas es una orga más dentro del movimiento, una orga que nuclea a tortas, travestis, trans y putos del pueblo con una filosofía y un perfil político claramente definidos, y que tal vez no tuvieron (tienen) toda la representatividad que merecerían tener en algunos espacios oficiales vinculados a la diversidad.

Este es el muy buen video sobre identidad de género presentado por PP en la Marcha del Orgullo gay del sábado pasado, aunque el reclamo se extendió también a tema trabajo para los trans.



La sustancia de los Putos Peronistas, explicada a la perfección en este post del blog “putos versus gays”:


Durante muchos años, a los putos se nos calificó de “homosexuales”, un término clínico, médico, psiquiátrico para definir nuestra desviación: una enfermedad terrible que había que curar o combatir. Esa fue la identidad que se construyó sobre nosotros durante un siglo y medio, y a la que hubo que combatir, hasta el punto de quitar la enfermedad de los manuales de trastornos psíquicos.

No es casualidad que las dos primeras organizaciones de maricas en la Argentina tuvieran la palabra “homosexual” en su nombre: el Frente de Liberación Homosexual y la Comunidad Homosexual Argentina. Esa batalla se ganó (aunque alguna tradición religiosa todavía se resista a aceptarlo) y el término homosexual, que definía una enfermedad, pasó a ser la palabra políticamente correcta para designarnos.

Pero por aquellos años, en los que esa batalla estaba sucediendo, surgió un nuevo término, ya no de la clínica que nos había dicho homosexuales, ni de la religión, que nos había dicho sodomitas, la nueva palabra, alegre, feliz, anglosajona, surgía del mercado: gay. Lo gay como identidad forjada por el mercado definía los parámetros sobre cómo debía ser un homosexual: profesional, artista, moderno, divertido, y por sobre todas las cosas: individualista, y con una gran capacidad de consumo.

Sería inútil negar que “lo gay” como identidad fue un paso relativamente importante para la apertura cultural a las sexualidades diversas. Pero esa misma identidad, fuertemente arraigada en una “cultura global”, se forjó con los parámetros del mercado y pronto alcanzó su techo: la exclusión. Mientras las identidades políticas y militantes eran puestas en duda por la posmodernidad y el mercado que auguraban el fin de las ideologías, lo gay conocía su hegemonía y también su límite: el de una identidad de consumo, que requiere una buena posición económica y fundamentalmente, la adhesión a los valores hegemónicos del mercado globalizado.

Las teorías queer, surgieron a la luz de las academias en el mundo anglosajón como respuesta a las políticas reaccionarias de Reagan y Thatcher y su avance cultural, quienes a pesar de ser fieles exponentes del mercado, eran conservadores en relación a las diversidades (sexuales, culturales). Lo queer tuvo un aporte valioso en su momento, como discurso de la resistencia a la restauración conservadora. Pero también implicó una visión individualista, por la cual las identidades sociales deben ser revisadas y deconstruidas, y cada individuo debe “liberarse” de ellas (en particular las sexuales) para dejar paso a un momento de “autodesignación” en el que se dé a sí mismo su identidad, relegando todo el aspecto social.

Los peronistas, y por supuesto, los putos, las tortas y las travas peronistas, creemos en las identidades sociales. Mejor dicho, no creemos en ellas, las vivimos. Somos una mezcla de identidades muy fuertes: una identidad política, una identidad diversa. Y por más que las identidades sean construidas (¡y qué mayor identidad cultural construida en nuestro país que el peronismo, con sus complejidades eternas y fascinantes!) son una herramienta valiosa de construcción personal y social, política e histórica. La identidad nacional, la identidad latinoamericana, la identidad del pueblo, es para nosotros, la identidad de lo auténtico, de no querer ser lo otro.

Y por eso elegimos llamarnos putos peronistas: porque en el mundo de lo gay está excluido el que no tiene un mango, el que no viaja por el mundo, el que no domina los idiomas del imperio, el que no se comporta como oligarca o aspira a serlo. Porque en el mundo de lo queer está excluido el que no escribe papers, el que no llena paredes con diplomas, el que no se expresa con los términos más políticamente correctos que marcan las teorías del género, el que no leyó jamás a Foucault. Porque el puto es peronista y el gay es gorila y porque en el barrio somos putos, tortas y travas. No creemos en lo gay-snob, en las identidades del mercado, en la putez como yacimiento simbólico inagotable del negocio de las sexualidades. Y sí creemos que en ese negocio, en esa forma de cultura mercantilizada, hay mucho de elitista, de unitario, de snob, de marginación y de cierto desprecio por lo popular, por los sentimientos nacionales y latinoamericanos, que ceden ante el cipayismo de los que llaman americano a lo yanqui, y huelen en el tango fino perfume francés, cuando en verdad, no está impregnado más que de olor a barrio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

aguante los putos peronistas!

el otro día los vi en la marcha, son una masa!

abrazo
FRAN

Anónimo dijo...

Mas clarito imposible...bien por ustedes. Pero, un favor, traten de no discriminar a los que tuvieron el culo de recibir educacion formal, puede viajar o le toco tener guita en la billetera. Toda discriminacion es jodida.
Salud!

Pibe Peronista dijo...

Anonimo, todo bien, éste es un blog heterosexual y fumador...